Según un informe reciente de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA), el hambre y los niveles de riesgo han aumentado por tercer año consecutivo para la niñez refugiada y desplazada en todo el mundo.

La crisis humanitaria que enfrentan millones de personas desplazadas a causa de conflictos, persecuciones y desastres naturales está teniendo un impacto devastador en la alimentación y la seguridad de los niños y niñas. Se estima que más de 160 millones de menores de edad en todo el mundo están sufriendo de desnutrición y hambre, lo cual representa un aumento del 16% en comparación con el año anterior.

Estos datos son especialmente preocupantes en el caso de la niñez refugiada y desplazada, quienes se encuentran en una situación de extrema vulnerabilidad y precariedad. La falta de acceso a alimentos nutritivos, la inseguridad alimentaria y la malnutrición están poniendo en riesgo la salud y el desarrollo de millones de niños y niñas en todo el mundo.

Además, la pandemia de COVID-19 ha exacerbado aún más esta crisis, ya que muchas familias han perdido sus empleos y medios de subsistencia, lo que ha afectado negativamente la capacidad de las personas desplazadas para alimentarse de manera adecuada. La falta de acceso a servicios de salud y educación también está teniendo un impacto significativo en la niñez refugiada y desplazada, lo que plantea un serio riesgo para su bienestar y futuro.

Ante esta alarmante situación, es urgente que la comunidad internacional tome medidas concretas para abordar la crisis alimentaria y de seguridad que enfrentan los niños y niñas refugiados y desplazados. Es necesario aumentar la asistencia humanitaria, mejorar el acceso a alimentos nutritivos, fortalecer los sistemas de salud y educación, y garantizar la protección de los derechos de la niñez en situación de desplazamiento.

Es fundamental que los gobiernos, las organizaciones internacionales, la sociedad civil y el sector privado trabajen juntos de manera coordinada y solidaria para garantizar el derecho a la alimentación y la seguridad de los niños y niñas refugiados y desplazados. Solo a través de un esfuerzo conjunto y comprometido se podrá mitigar el impacto de la crisis humanitaria y brindar un futuro digno y esperanzador a la niñez más vulnerable de nuestro mundo.